T A X I
Fernando Barrios Boibo, Relaciones, setiembre de 2016
Volver al lugar adonde se fue exiliado, puede
ser volver a exponerse a la experiencia de un otro exilio más permanente, más irremediable,
el de los seres en un mundo de objetos y acciones, de mercado y gestión, un
mundo globalizado que sin embargo deja ver las costuras del forzamiento.
El arte conceptual quizás sea un campo posible
donde algo de esta vida de impresiones que se adicionan unas sobre otras, sin
que algo se inscriba de modo duradero ni mucho menos definitivo- lo que no
necesariamente debe ser algo a lamentar, salvo que nos posicionemos desde la
nostalgia, cosa que Altesor evita de modo certero- puede tener lugar.
Un taxi que circula por las calles de Estocolmo
y recoge, registra imágenes y sonidos y escenas que se suceden sin otra mise
en scene que la de una rutina vital, opera como dispositivo performático
para Pedro Fontana, artista uruguayo que retorna al exilio- ¿es eso posible?-
para dar cuenta de restos, ecos de un pasado de carcel, de ideales, de amores y
de amistad que parece haber quedado muy atrás, y sin embargo...
El presente satinado, estetizado, pro,
el simulacro oximorónico de lo viejo, no logra anular la insistencia de las
imágenes que retornan.
“No hay muchos peatones por las calles, pero
los que hay parecen salidos de revistas de moda, con abrigos nuevos que se ven
viejos o gastados de manera artificial, el pelo desaliñado cuidadosamente, los
colores de la ropa armoniosamente combinados (…) la belleza satinada de los
maniquies en la publicidad de cosas caras”
Ficción, simulacro, ficción dentro de la
ficción, los órdenes de realidad se suceden, se solapan y no es posible
determinar su consistencia, si es que la tienen: “todo está igual pero todo
ha cambiado”, toda una vida obrera y de pequeños comerciantes sin otra
estetización posible que la que se producía por casualidad- “cuando eran
bellos lo eran por casualidad”- ha dado paso a una vida de escaparate, a
una dimensión de espectáculo a ser consumida “bellamente”, gentrificación
mediante.
Sin embargo una otra relación a las imágenes
habita a Fontana, esa que en la deprivación carcelaria habilitaba un quehacer
de palimpsesto que bordea la locura y la evita: “ ...todo eran imágenes. La
situación y el lugar donde estábamos constituían una imagen extrema y me sentía
el portador de una cámara que filmaba constántemente todo (…) como si estuviera
ante una especie de palimpsesto, la yuxtaposición de un lenguaje perdido de la
pehistoria en la base, una capa de animismo neolítico, otra capa de
supersticiones medievales, otra capa de lenguaje cerril del siglo diecinueve,
otra capa de radionovelas de los años cincuenta, otra capa de telenovelas
brasileras, y un esfuerzo patético e ingenuo por ser hombres viriles” Y un
humor que borbotea en el extremo
La soledad acompaña este viaje y la voz
robótica y asexuada de la mujer del Gps no se presta a ser erotizada; la
pregunta por ¿qué se puede contar de la ausencia? acompañada de su contraparte
¿qué se quiere oir de ella?, es lanzada a nosotros lectores a los que se nos
priva de una comodidad de voyeurs al tiempo que se nos arrastra a un vértigo
compartido, el de la existencia postdictadura y exilios y en la que ese post
quizás no sea tan seguro.
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